Comprender, no juzgar

DECÍA Simenon una frase que siempre me ha gustado y que no me molestaría que figurara en mi epitafio: comprender y no juzgar. Es muy fácil llegar a conclusiones sobre la conducta de los demás sin ponerse en su pellejo.

Anteanoche vi una película que me hizo reflexionar: Juste avant la nuit (1971) de Claude Chabrol. Cuenta la historia de un empresario de éxito, padre de familia modélico y aparentemente feliz, que da rienda suelta a sus pasiones con la esposa de su mejor amigo. Durante uno de sus encuentros, la estrangula. Llevado por el remordimiento, acaba confesando su crimen a su mujer y al amigo, que le protegen para que la Policía no lo descubra.

Pero Charles Masson, el asesino, no halla consuelo en la absolución moral de esas dos personas porque se considera culpable. Al igual que Raskolnikov se siente liberado al purgar sus crímenes en la cárcel, Masson sólo encuentra en la muerte la redención del daño que ha provocado.

Me parece que todos nos parecemos mucho al protagonista de la película de Chabrol. Tenemos una gran capacidad para hacer el bien y ser felices con las personas que amamos, pero también somos frágiles para caer en el mal y en la autodestrucción. Las pasiones nos ciegan, la ambición nos lleva a cometer errores, la vanidad nos pierde.

Me da la impresión de que en estos momentos de crisis y de zozobra tendemos a ser injustos con los juicios que hacemos sobre los demás y benevolentes sobre nuestro comportamiento. Nos dejamos llevar por estereotipos y simplificaciones que sirven para corroborar los propios prejuicios.

Como dice el Evangelio, quien esté libre de culpa que tire la primera piedra. Eso no supone que todos tengamos la misma responsabilidad, pero sí que hay que pensárselo dos veces antes de generalizar sobre los políticos, los sindicatos o los empresarios.

La honestidad de Charles Masson reside en que, puesto delante del espejo, sabe que es culpable y que lo más difícil es asumir esa responsabilidad ante los demás. Refugiarse en el perdón para él es una cobardía. Me da la impresión de que estamos demasiado pendientes de los pecados de los otros y somos muy poco críticos con los nuestros. Deberíamos ser más indulgentes. Eso haría nuestra vida más fácil.